29 de abril de 2014

Un mundo sin petróleo (Irene Donoso y Miguel Martínez)


 EL MUNDO SIN PETRÓLEO


El petróleo es la columna vertebral del mundo en el que vivimos, está en los alimentos que consumimos, en los coches que conducimos. ¿Sería imaginable un mundo sin petróleo? Hemos extraído en torno a 1 billón de barriles de petróleo y se estima que queda una cantidad similar. Pero ¿Qué pasaría si se acabase de repente? ¿Qué sería de nuestras ciudades? ¿Qué sería de nosotros, de nuestra forma de vivir?
Los resultados serían catastróficos, nuestro mundo cambiaría drásticamente. No solo afectaría a nuestros transportes, sino a todos los demás productos que se elaboran a partir del petróleo (pasta de dientes, bolsas, lubricantes...).




En el momento en que se acabase el petróleo, multitud de barcos petroleros estarían en su camino hacia países importadores de petróleo. Los países que los envían, incluidos Rusia y Arabia Saudí, les ordenarían darse la vuelta. 

El país más afectado sería EEUU, pues es el que más crudo importa en todo el mundo. Ya que, a pesar de que produce más de 8 millones de barriles cada día, consume más del doble de eso.
El primer instinto de la población sería ir a las gasolineras a llenar sus depósitos, quizás por última vez. El precio del petróleo se dispararía exponencialmente. Muchos países, entre ellos EEUU, tienen grandes reservas de petróleo pero el gobierno solo permitiría el funcionamiento de aquellos transportes que resultasen vitales (camiones de bomberos, ambulancias, etc). No sólo los pasajeros de avión se quedarían sin su billete, sino también las toneladas de recursos que importamos cada día (entre ellos los alimentos). La economía caería y la Bolsa se vería obligada a cerrar ante la incertidumbre, al igual que multitud de fábricas. Se pondría en marcha una enorme reacción en cadena: la carencia de petróleo afectaría a nuestros hospitales, alimentación y todos los demás aspectos de nuestra vida. A los 5 días de que se acabase el petróleo no se podrían ni siquiera satisfacer las necesidades más básicas en ciertos lugares del planeta.
Los mercados de alimentos cerrarían completamente, y los establecimientos que todavía tuviesen comida  estarían protegidos por hombres armados (para intentar controlar el caos) y venderían absolutamente todos sus productos.
Las granjas empezarían a tener grandes problemas debido a la falta de alimentos para su ganado, sus animales se enfrentarían a la inanición.
Nuestro sistema de transporte y el sistema eléctrico se colapsarían completamente, ya que dependen directamente del carbón, pero sin petróleo, los trenes ya no funcionan. Los apagones serían cada vez más frecuentes y la electricidad escasearía seriamente.
La ley y el orden ya no significaría nada para nadie. La gente, desesperada, buscaría cualquier ápice de comida, y no sólo de eso, sino también aceites o diesel, ya que hasta los generadores de emergencia de los hospitales funcionan con este combustible.

Un mes después del agotamiento del petróleo, los gobiernos empezarían a tomar decisiones drásticas sobre el control de cada gota de combustible. Algunos trenes volverían a ponerse en marcha para llevar alimentos a las hambrientas ciudades. 
Particularmente EEUU buscaría combustibles alternativos al petróleo, como pueden ser la soja, de la que se puede extraer combustible diesel; o el maíz, del que puede obtener etanol (combustible alternativo para los coches de gasolina). Una prueba de que funciona es Brasil, donde los coches circulan utilizando este combustible.




Pero el fin del petróleo no significaría el fin del camino. En un nuevo mundo sin petróleo, los coches eléctricos podrían perfectamente ser el futuro. Aunque no al cabo de tan solo un mes.
Durante el primer invierno sin petróleo, los productos no perecederos (como la leche en polvo o el arroz) reemplazarían a los productos frescos. Pero esta no sería alimentación suficiente, por ello se seguirían empleando las reservas de emergencia para transportar otro tipo de alimentos. Pero prácticamente todo lo demás estaría paralizado. Uno de los mayores problemas sería la acumulación de basura, ya que se requieren muchos vehículos para su recogida, y las reservas ya serían muy escasas.
La gente buscaría formas de hacer funcionar sus vehículos, combinando distintos productos químicos para hacer biocombustible casero. Y es que las cosechas de maíz y soja son estacionarias y, por tanto, no se podría producir combustible durante todo el año. Los gobiernos se enfrentarían a una decisión difícil de tomar: la cosecha del próximo año, ¿debería usarse como combustible o como comida?
Con la llegada del invierno comenzaría un éxodo de la población hacia zonas más cálidas: en el caso de Norteamérica, la población se retiraría de las ciudades y en Europa los destinos serían los países del Mediterráneo, que se verían abordados por tal cantidad de inmigrantes.

Un año después del agotamiento del petróleo, los países estarían cada vez más aislados. El mundo militar habría perdido completamente su poder, ya que usar sus vehículos sería demasiado caro y los problemas de combustible continuarían vigentes.
Pero las carreteras vacías serían una bendición para muchos animales, que antes morían atropellados: alces, ciervos, ranas... Estos presentarían un crecimiento demográfico, mientras que muchos animales de granja morirían ante la escasez de piensos.


La dieta de los países cambiaría de forma dramática: se consumiría lo que se cultivase, como antiguamente. En todo el mundo la producción de alimentos se haría más local. Las granjas y huertos comenzarían a aflorar en las ciudades. Pero las polis aún se enfrentarían a grandes retos: como posibles catástrofes naturales y epidemias. El mundo que antes estaba tan intensamente conectado, se derrumbaría.

Una década sin petróleo incluso en el espacio las cosas cambiarían: no se podrían poner en órbita cohetes ni reemplazar los casi 200 satélites que forman la espina dorsal de nuestros sistemas internacionales de comunicaciones.



Seguiría sin haber suficiente biocombustible, pero se seguirían persiguiendo otras alternativas: las algas, por ejemplo, pueden transformarse en petróleo, produciendo 7000 veces más energía por kilómetro cuadrado que cualquier otro biocombustible, y es completamente renovable.



Tras una década sin petróleo, el mundo seguiría luchando por encontrar un nuevo equilibrio y la falta de petróleo seguiría transformando la faz de la tierra.

50 años después
Los cielos estarían mucho más limpios, ya que durante medio siglo, las emisiones de CO2 habrían sido prácticamente nulas.
La urbe industrial se convertiría, de nuevo, en una sociedad agrícola.



Las reservas de petróleo ya habrían agotado pero los coches ya se moverían con biocombustibles y se podrían ver multitud de coches eléctricos circulando por las carreteras.

El petróleo impulsó una enorme prosperidad en todo el mundo: en tan solo 150 años, permitió que la población se duplicara y luego, triplicara. Permitió que la producción de alimentos creciera, que el comercio mundial se expandiera. Sin petróleo, el mundo sería remodelado profundamente: nuestros cielos, nuestras carreteras, nuestras ciudades... no se parecerían en nada a lo que son hoy en día.
CAMBIANDO UNA SOLA COSA, CAMBIÓ TODO

Pues bien, esto es lo que podría pasar si, debido a nuestro consumo masivo, el petróleo acaba por terminarse.
Para que no nos pille desprevenidos, debemos empezar a cambiar las cosas ya.
Si tarde o temprano vamos a tener que cambiar nuestro estilo de vida, viajar menos, dejar de consumir ciertos productos, etc, mejor será ir empezando ahora que cuando no nos quede más remedio. Esto hará que la "transición" sea menos dura y podamos ir acostumbrándonos mejor.

"Sería ideal que todos los países comenzasen una transición  hacia la vida sin el oro negro, en lugar de esperar hasta el último momento, es decir, cuando ya se haya agotado. Porque ya hemos visto las consecuencias que esto tendría y lo que costaría recuperarse del golpe."
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Fuentes: