Los residuos radiactivos son materiales que no tienen un uso previsto y que contienen radiactividad, es decir elementos radiactivos que se desintegran continuamente y que emiten radiaciones ionizantes que pueden afectar negativamente a las personas y al medio ambiente, por lo que es necesario gestionarlos de manera adecuada y segura. En España la gestión de los residuos radiactivos es un servicio público que lo realiza desde 1984 la empresa ENRESA, de acuerdo con el Plan General de Residuos Radiactivos aprobado por el gobierno.
Los residuos radiactivos se producen en las distintas aplicaciones en las que está presente la radiactividad, y que son:
- Aplicaciones energéticas. Es el grupo más importante. El mayor volumen de residuos radiactivos se produce en las distintas etapas por las que pasa el combustible nuclear y en la operación y el desmantelamiento de las centrales nucleares. Todos estos residuos suponen alrededor del 95% de la producción total.
- Aplicaciones no energéticas. Derivadas de los usos de los isótopos radiactivos, fundamentalmente en actividades como medicina, investigación e industria. Este grupo se conoce como el de los “pequeños productores“ porque el volumen de residuos radiactivos que generan es pequeño, comparado con el originado en la producción de energía eléctrica de origen nuclear.
En la Unión Europea, se producen anualmente unos 40000 m3 de residuos radiactivos. De esta cantidad, el 84%, son residuos de baja actividad. El resto corresponde al combustible nuclear ya gastado y a otros residuos de alta actividad.
Para clasificar los residuos radiactivos se pueden usar diversos criterios, tales como su estado físico (sólidos, líquidos y gaseosos), tipo de radiación emitida (alfa, beta, gamma), contenido en radiactividad (alto, medio, bajo), si generan o no calor, etc.. Desde el punto de vista de su gestión, en España los residuos radiactivos se clasifican actualmente en residuos de baja y media actividad que se producen en las centrales nucleares, en los hospitales por aplicaciones médicas y en otras aplicaciones industriales y residuos de alta actividad.
En las instalaciones médicas y hospitalarias, el uso de isótopos radiactivos para el diagnóstico y tratamiento de enfermedades es muy amplio y está en constante crecimiento. Estas actividades generan residuos radiactivos sólidos: algodones, guantes de goma, jeringuillas, etc., así como residuos radiactivos líquidos. Por otro lado, en el tratamiento de tumores se emplean fuentes radiactivas que una vez gastadas se convierten en residuos.
El tipo de residuos que tiene una gestión más compleja son los residuos de alta actividad ya que emiten una radiación muy elevada, desprenden calor y tienen un contenido de radiactividad tan elevado que su decaimiento natural es muy largo. El principal residuo de alta actividad es el combustible nuclear gastado que se produce en las centrales nucleares.
En España y en muchos otros países, la decisión definitiva con respecto a la gestión del combustible gastado no está tomada. En España sin están decididos sin embargo los pasos necesarios para esa decisión, que figuran en el Plan General de residuos radiactivos aprobado por el gobierno en el año 2006.
En el actual VI Plan aprobado en junio de 2006, se hace un inventario de los residuos y se determinan los costes de gestión que deben ser asumidos por los productores de residuos radiactivos. Además, se relacionan los programas de investigación y las colaboraciones y participaciones con organismos, empresas e instituciones internacionales que trabajan en estos campos.
En el Plan se incluye un Almacén Temporal Centralizado (ATC) como la solución transitoria a adoptar en España para la gestión del combustible gastado de sus centrales nucleares. A este fin y para la designación del emplazamiento, se determinó que se abrirá un proceso de solicitud de candidaturas de ayuntamientos de toda España, que posteriormente se valorarían desde el punto de vista técnico y de otros factores. Este proceso se finalizó en 2012 y se eligió el término municipal de Villar de Cañas (Cuenca) para la construcción del ATC.
El ATC es un almacenamiento temporal, generalmente prolongado por un periodo aproximado de 100 años, en los que los residuos son mantenidos en condiciones seguras hasta tomar una decisión posterior sobre su gestión. Esta solución intermedia permite poder aplicar nuevas tecnologías y soluciones que pudieran aparecer en el futuro, pero tiene el inconveniente de ser una carga delegada en las generaciones futuras, que se convertirían en las responsables de solucionar este problema. Desde el punto de vista ético es un aspecto discutible que genera controversias.
Con respecto a la gestión final, hay un consenso internacional sobre la viabilidad técnica de los almacenes geológicos profundos (AGP), existiendo un alto grado de desarrollo en muchos países, aunque los procesos de implantación están siendo más lentos de lo previsto, fundamentalmente por problemas de aceptación pública y por el hecho de existir soluciones de almacenamiento temporal satisfactorias. Aunque son varios los países que se encuentran en fases muy avanzadas respecto al AGP (EE.UU., Francia, Alemania, Suecia, Finlandia, etc.), actualmente no hay ninguna instalación operativa, a excepción de la denominada planta WIPP en Estados Unidos para residuos del programa de defensa.
Además, se está teniendo en cuenta en la toma de decisiones el criterio de hacer que las soluciones que se adopten sean reversibles, atendiendo a una responsabilidad intergeneracional, pues se es consciente de que el combustible gastado conserva un potencial energético muy elevado que puede ser utilizado en el futuro y desde este punto de vista sería más adecuado que pudiera estar disponible y no proceder a su almacenamiento definitivo en formaciones geológicas profundas, en las que sería difícil su recuperación. Esta opción puede justificar la opinión negativa que desde el punto de vista ético se manifiesta, con respecto al traspaso de cargas indebidas a las generaciones futuras debidas a los residuos radiactivos.